Wonderwall


There are many things that I would like to say to you
But I don't know how
 
 
Cosas que hice cuando estaba vivo.
 
Noche. Oscuridad. El nido, la fortaleza de mi cama infantil. Cerca duermen mis hermanos menores. Demasiado pequeños para entender.

Pero mi oído atento no pierde detalle. Los sonidos, los conozco muy bien después de tanto tiempo (¿tánto tiempo?). Me puedo tapar los oídos y amortiguarlos, pero aún así los reconozco.

Puedo intentar dormirme. Lo he hecho en muchas ocasiones, pero no sirve de nada. Y si no puedo dormir, puedo escapar. Viajar. Al lugar donde los brazos se abren, la música suena, las lágrimas fluyen sin vergüenza, todo lo que quiero me espera, la pequeña Emma, el pais donde nunca hace frío, donde Glinda me dice que todo terminará bien. Un día de estos.

Estaba convencido de que mi familia era ficticia. Mis padres y mis hermanos no eran tales. Eran falsos, copias perfectas colocadas ante mí para engañarme. Yo había tenido una familia como aquella, pero hacía tiempo que todos habían sido sustituídos por réplicas indistinguibles. Entonces no lo sabía, pero aquella sensación era un mal presagio. Muy malo.

Los médicos les contaron a mis padres una historia que no entendían, y a partir de entonces ya no sabían cómo debían tratarme. ¿Me había convertido en un peligro para ellos? ¿Para mis hermanos? ¿Seguía siendo su hijo, el que ellos habían conocido y criado?

Hay algo peor que estar loco: saber que lo estás. A los psiquiatras nada les sorprende, todo les parece posible. ¿Se puede ser bipolar y esquizofrénico a la vez? Por supuesto. El cerebro es como un viejo electrodoméstico averiado de comportamiento imprevisible.

Y hay algo que recuerdo de los años que vinieron a partir de entonces. Era la certeza —que a mí me parecía perniciosa, porque hacía problemática mi curación— de que los momentos de exaltación, en que todo era posible y todos los obstáculos desaparecían, me compensaban de los otros momentos, los del abatimiento y la depresión. Y cuando me volví estable, sin motivo aparente, sólo por el paso de los años, seguí añorando aquellos periodos, a veces de meses, en que podía vislumbrar el cielo, aunque ahora sé que eran sólo errores en los neurotransmisores, disparos endocrinos, química del cerebro.

Aun hay días en que me acuesto y, segundos antes de quedarme dormido, en ese lugar mágico donde los sueños ya han comenzado aunque todavía estamos en vigilia, me pregunto, con un interés sólo relativo, si cuando despierte seguiré siendo la misma persona o me habré convertido en otra distinta.