post mortem



Do you still see me even here?
The silver cord lies on the ground.

El médico me despidió cortesmente, pero con esa sequedad propia de los médicos que yo atribuyo a su necesidad de distanciamiento, de defenderse ante la presencia constante del dolor y la muerte.

—Ha tenido mucha suerte— dijo. —Si se hubiera quedado en casa en vez de ocurrírsele pasar por Urgencias, seguramente ahora estaría muerto.

Mi ingreso había tenido lugar tres semanas atrás y en efecto, fue por azar que decidí ir al hospital, ya que los síntomas parecían del todo banales.

Así que me había salvado por los pelos. ¿O no? Porque una idea perturbadora, casi paranoica, de la que no consigo librarme, me dice que aquella tarde no conseguí salir adelante. Realmente morí, y todo esto, todo esto, es sólo lo que viene después.

Después de morir no hay nada, o eso pensaba yo. Desde luego no creo en ninguna de las versiones del Más Allá al uso en nuestra cultura. Pero ¿y si apenas notásemos la diferencia? Quizá lo que pasa es que nos morimos, nuestra vida parece continuar, pero resulta que ya hemos atravesado el umbral. ¿Y si fuera así? En ese caso, todo esto es mundo de ultratumba. Nada muy espectacular, tan cotidiano y a veces tan aburrido como lo era antes. Pero me siguen gustando algunas de las cosas que me gustaban en vida, y que no voy a mencionar. Será que no estoy tan muerto. O como digo, que no hay gran diferencia entre estar vivo o muerto. Ello explicaría por qué hay tánta gente que parece tener la cabeza hueca. ¡Es eso! Lo que les pasa es que están muertos y no se han dado cuenta, como en El sexto sentido. Ahora casi me dan lástima. Ya sabéis a quiénes me refiero. Están por todas partes. Sí, también ese.

Anotaré aquí algunas cosas que puedan quedar por escrito en caso de que mi memoria se desvanezca. Bienvenidos al mundo de las tinieblas. Aunque por lo que veo, aquí también hay bombillas de bajo consumo. Literatura post mortem. Cosas que hice cuando estaba vivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario